jueves, 14 de diciembre de 2006

Blanco, azul y rojo, tres colores son… ¿Y yo los llevo dentro de mi corazón?

Partiendo del lenguaje encontramos una connotación y una denotación de las cosas reales o abstractas, mas dentro de las diversas sociedades hallamos algunos conceptos o imágenes que son exaltadas, respetadas, y muchas veces, adoradas. Así nacen los símbolos y emblemas que hoy en día toda nación o pueblo poseen, y que, ya sea por costumbre u obligación, su gente respeta y acepta como base cultural y pertenencia territorial.


Si bien existen un sinnúmero de simbolismos dentro de una sociedad, así como: ciertos mártires, imágenes de santos, animitas, etc. podemos decir que los emblemas patrios de una nación o pueblo son, sin lugar a duda, los más aceptados y respetados ya que tienen carácter de oficiales y legales.

La creación de diferentes símbolos que representaran en forma oficial al Estado de Chile se hizo inminente y muy necesaria luego de la independencia. Los emblemas nacionales no sólo tendrían la misión que la institucionalidad de un país fuera internacionalmente reconocida, sino que también se constituyeran en los elementos de identificación del pueblo chileno. En aquel entonces era de vital importancia unificar a la nación dentro de una sola cultura, ya que los orígenes hispanos e indígenas sólo lograban acrecentar las diferencias, era inminente formar una nación mestiza. La forma más fácil y rápida de lograr fue sin duda la creación de emblemas nacionales.



En nuestra historia no ha existido una sola bandera, ni un solo escudo. Con el pasar del tiempo, los antiguos emblemas se fueron modificando, adquirieron nuevas formas y colores hasta llegar a lo que conocemos hoy. Los actuales símbolos patrios como lo son la bandera chilena, el himno nacional y el escudo patrio lograron ser oficialmente aprobados luego de que los variados cambios que sufrieron, tanto en su forma como en sus conceptos, dejaran contentos a los gobernantes de la época.


Los distintos símbolos hacen alusión a la riqueza natural y a las características más propias de nuestro país, un ejemplo de ello es el himno nacional al momento de hablar de la montaña, del cielo azul, de los rojos copihues, etc. También encontramos el escudo nacional que sostiene un cóndor, el ave más fuerte y corpulenta que puebla los aires de Chile, el huemul, cuadrúpedo más raro y singular de nuestro territorio; ambos animales llevan en la cabeza una corona naval de oro que simboliza las glorias marítimas. Y así podríamos seguir describiendo las diversas características de los emblemas nacionales, mas su significado en el inconsciente colectivo del pueblo chileno no es tan fácil de describir.



Resultan lógicas ciertas conductas sociales si tomamos como visión y forma de actuar de muchos chilenos la consigna del escudo nacional, “Por la razón o la fuerza”, ya que esta frase alude al legítimo uso de la violencia cuando el diálogo y el entendimiento se hacen infructuosos. Es indudable que podemos definir al Estado como la única institución que conforme a la ley, y que además es socialmente aceptada, tiene la facultad de ejercer la violencia en contra de sus propios ciudadanos cuando no se cumple alguna norma o ley. Partiendo de esta base el respeto por la autoridad, por los emblemas nacionales y por lo institucional se convierte en una forma de resguardarse y mantenerse en la sociedad, resulta lógico que todo individuo quiera sobrevivir y ser parte de la sociedad en que vive. "Todo habitante de la República debe respeto a Chile y a sus emblemas nacionales" (Inciso primero, del Artículo 22 de Constitución Política de la República de Chile) este enunciado nos demuestra la importancia que legalmente tienen los símbolos patrios, que por lo general, se distinguen de otros símbolos que puedan emerger espontáneamente de la ciudadanía, por su solemnidad y el fuerte respeto que todo chileno y extranjero debe tenerles.


Si recordamos una de las instituciones nacionales que da mayor valor a los símbolos y lo emblemas, el Ejército y las Fuerzas Armadas en general, apelan en todos sus formalismos y su disciplina al respeto a todo lo institucionalizado, a la jerarquía y el orden, al cumplimiento de ciertos deberes patrios, al acato indiscutido de la palabra de un superior, etc. En este tipo de organizaciones tan estructuradas y determinadas por valores fundamentales e inamovibles, encontramos el mayor fanatismo y adoración a los emblemas, los símbolos y las reglas.

Cuando rendimos honores a ciertas imágenes o simbolizaciones concretas, aceptamos en su totalidad lo que se pudiera imponer en una circunstancia dada; es decir, que si se dijera que hay que luchar en una guerra porque se deshonraron los emblemas nacionales, o si se hace una campaña publicitaria aludiendo a la nacionalidad (Ej.: “Si eres un chileno de corazón debes apoyar esta causa”), etc. estamos siendo en todos estos casos, actores dinámicos del fin primero de todo símbolo. Esto se refiere a que cualquier emblema pretende ser respetado, protegido y admirado, por supuesto que lo anterior conlleva al castigo del incumplimiento de cualquiera de estas demandas primordiales. ¿Si nos reconocemos como parte de un país o una nación debiéramos aceptar y respetar sus emblemas? En una apreciación personal, no creo que debamos cumplir al pié de la letra con lo que los emblemas impuestos institucionalmente nos exigen, sino que a mi juicio tiene mucho más valor un símbolo cultural propio y distintivo de cada pueblo, que a fin de cuentas es mucho más verdadero.


Por C. Veas

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